Si, lo reconozco, adoro viajar, en su infinidad de
modalidades, me da igual que sea un fin de semana en un apartamento cutre de
playa con mis amigas, que una noche en un balneario con un ligue, que ir a
pasar el día a una ciudad cercana donde disfrutar una buena comida con amigos,
cruzar el charco para visitar a una hermana o pasar una Noche vieja en familia
en República Dominicana. Para mi todo son viajes, y me apunto a todo.
Nada te aporta tantas buenas experiencias como viajar, si echo
la vista atrás recuerdo la preciosa vista de El cuerno de Oro mientras tomaba
un te moruno en el Pierre Loti Café del cementerio de Eyup en Estambul, un
atardecer en los famosos Cliffs de San Diego, El Empire State Building o el Chrysler
desde el Top of the Rock en Nueva York, un buen queso parmesano acompañado de
una copa de vino en cualquier maravillosa plaza de Roma, tumbarte en el césped del
Champ de Mars contemplando la Torre Eiffel, hacer snorkel en las playas del
Caribe, y sin irnos tan lejos, comer un buen cochinillo en Casa Cándido en
Segovia o una paella en Casa Carmela en
Valencia, pasar el día vuelta y vuelta al sol en cualquier calita de
Cabo de Gata o de alguna isla de Baleares, tomar una cerveza en la plaza de El
Salvador de Sevilla o visitar la impresionante mezquita de Córdoba.
Aunque si tengo que elegir un viaje, mi mejor destino fue
Madrid, y siempre lo seguirá siendo. Recuerdo los inicios en la capital, con
ilusión y miedo, con muchos sentimientos enfrentados, pero allí encontré a mis
queridos días de la semana, y ellas también son de las que piensan que “lo
importante es ir”, nos ha dado igual unas cañas en un bar de mala muerte en
ciudad universitaria, que comer con un tupper tomando el sol en el césped de la
universidad, tomar unos vinos en Ponzano o salir de fiesta a las mejores
discotecas, pasar la tarde con un café y una porción de tarta de queso en Le
Pain Quotidien, ir a partidos al Bernabeu, al Calderón o pasar el día en el
Madrid Open, cenar en sitios de moda o comer pasta un día de resaca, andar sin
rumbo un sábado por la mañana o beber un cocktail en la terraza del Círculo de
Bellas Artes. Ir a un Musical o a exposiciones como la de Sorolla en El Prado. Coger
una barca en El Retiro o acudir a nuestra cita semanal en el restaurante del
barrio donde nos hacen la mejor dorada a la espalda que he probado nunca.
Infinidad de situaciones vividas en las cuales hubiera querido
que se detuviera el tiempo y que
mantengo en mi retina con todo lujo de detalles, pero también pienso que lo
grande de estos momentos somos las personas, el aprendizaje personal que nos
suponen, la oportunidad de conocer distintas culturas, y lo más importante,
poder compartirlas con las personas que queremos, y en eso tienen mucho que ver
Lunes, Martes, Jueves y Viernes.
No importa los sitios en los que hayamos estado, sino la
intensidad de lo vivido, conocer a un grupo de andaluces guapísimos en nuestra
escapada veraniega y acabar jugando a las tinieblas con ellos a las diez de la
mañana, después de una larguísima noche, bailar como si no hubiera mañana al
salir de una discoteca en la orilla del mar, desayunar chocolate con churros
antes de volver a casa, pasar un día de playa solucionando el mundo con
nuestras conversaciones, o hacer lo mismo tiradas en el sofá tapadas con una
manta, visitar las fiestas de muchas ciudades españolas o plantearnos dar el salto a lugares más exóticos, lo que
si que tengo claro es que, como decía Antonio Machado en su poema, “se hace
camino al andar”, y yo mi camino tengo claro con quien quiero recorrerlo.
Mi recomendación personal, que no puede venir mejor al tema, es mi poema favorito, Itaca, de Kavafis, una filosofía de vida que me inculcó desde pequeña mi modelo a seguir.
Hasta la semana que viene!
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