Cuando escucho la palabra caballero, lejos de acordarme de Don Quijote y Sancho Panza, de las armaduras del museo del ejército de Toledo o de Leonardo Dicaprio en la película el hombre de la máscara de hierro, me viene a la mente un hombre cortés y educado, de los que te abren la puerta para que pases antes que él, de los que al llegar a un bar no corre como si de apagar un fuego se tratara para apoyar su trasero, sino que todo lo contrario, se preocupa por buscarte una silla, siendo su única intención que te sientes y descanses los pies de los tacones de aguja que llevas, porque al fin y al cabo los tacones te los pones para que él te vea guapa, sensual y en definitiva para que disfrute de tu elegancia, un caballero para mí es el que te hace sentir como una princesa.

Yo he crecido con estos detalles a mi alrededor, pues para mi padre las tres flores de mi casa no son las rosas de mi jardín ni las macetas de geranios que dan la bienvenida en mi porche, sino sus tres mujeres, sii tres!, me refiero a mi madre, a mi hermana y a mí, y por supuesto mi abuela cuando pasa algunas temporadas en casa, y es que mi abuelo sigue abriéndole la puerta a mi abuela al entrar en el coche, para después volver él al asiento del conductor, le pone el abrigo en sus hombros al volver de misa los domingos de invierno para que no pase frío y como ya no dispone de fuerza suficiente, encarga la compra a domicilio para que mi abuela no tenga que cargar con peso, encarga a los nietos que lleven las hamacas y su bolso de la playa, quiten la mesa y todo ello para que mi abuela, después de más de 50 años siga sintiéndose la reina de la casa.
Sin embargo, estos detalles ya no tienen la misma importancia que tenían antes. ¿Acaso no se cumple en estos casos el aprendizaje social por modelado de Bandura? ¿O lo que falla es que hay una falta de refuerzo por parte de los medios de comunicación que pretenden eliminar estas conductas? El problema es que incluso los hombres con estos gestos, han sido tachados de machistas en la sociedad actual, pero ¿hay algo más hermoso que hacer sentir bien a otra persona con hechos, gestos o incluso con omisiones y no haceres? Quizás la obsesión por ver el machismo donde no lo hay y “buscarle los tres pies al gato” ha derivado en un sinsentido, que alejado de la finalidad original de este movimiento nos ha llevado a decir palabras como miembrAs, y con eso lo digo todito todo.
“las mujeres ya no quieren ser princesas” dicen por ahí, y ”una mierda” digo yo.
Fiel defensora de la igualdad entre sexos y de lo mucho que queda por lograr me declaro fan de los caballeros, y es que creo que poco tienen de contradictorio estas dos ideas, sería como mezclar “churras con meninas”. Necesitamos más caballeros, por favor!
Parece que no estaba yo tan desencaminada en mi idea de caballerosidad, pues la Rae, esa institución que nos hace que ganemos o perdamos la apuesta de una cena o una copa que surge cuando no nos ponemos de acuerdo sobre la dicción de algún término o la conjugación de un verbo, a mi mente vienen infinitas, desde las míticas “cocretas” o “convezco” hasta “desavorida” o “jaramago”, define caballero como: “hombre que se porta con nobleza y generosidad”.
Fue al encontrarme en mi camino con un caballero, que haciendo honor a su nombre me hizo ver que aún quedan de esta especie de hombres.Con él me di cuenta de que es realmente bonito que te hagan sentir como una princesa, y más aún cuando es por parte de una persona que sin ser tu padre, tu hermano o tu abuelo como venía acostumbrada, llega a tu vida por casualidad siendo su único objetivo hacerte feliz. Pues sí, existe, es de carne y hueso y seguramente haya muchos más hombres así…
Ser caballero, además de abrir la puerta para dejar pasar primero a las damas, cogerle las bolsas de la compra, ceder el asiento libre, abrir la puerta del coche, llevar las maletas o invitarte a cenar es otra cosa.
Es buscar la felicidad mutua, que una cena no se limite a pedir cada uno su plato, sino buscar dos platos que gusten a ambos para acabar dando uno al otro con su tenedor a probar, es pedir un helado grande con dos cucharas, comer churros con chocolate y que la otra persona lama de tu labio las gotitas de chocolate que te caen, que te quite ese moquillo que te asoma por la nariz como si de una gota de caramelo se tratara, es compartir una noche de placer mutuo en la que tanto uno como el otro disfruten en plenitud.. y en la que acabas practicando el kamasutra para ver qué postura gusta más a los dos, llegar a la cama y encontrarte una rosa y una nota, coger el coche y tener una declaración de amor en el parabrisas, es hacer la maleta para pasar un fin de semana con martes, miércoles, jueves y viernes delante suya, probándote modelitos y que él te ayude a elegirlos, es todo esto que lejos de reducirse a un gesto machista ayuda a una mujer a no olvidar que es querida.
Para sentirte una dama querida no es necesario tener un gran presupuesto para el regalo de cumpleaños, que te regale una sortija de Cartier ni un reloj de Chanel, basta con un simple gesto como cantarte una canción, prepararte tu comida favorita o descorchar una botella del vino que probamos en la primera cena romántica, coger un bote de nata y acabar pringado hasta el pelo o bailar un tango a la luz de una vela. Para mí un caballero no es el que te lleva el desayuno a la cama, aunque no estaría nada mal…ni el que te lleva a Paris a pedirte la mano, sino el que disfruta de tus tostadas como si de un “desayuno con diamantes” se tratara, y el que busca ese rincón del mundo que significa tanto para los dos para decirte que quiere que seas la madre de sus hijos.
Este caballero que llegó a mi vida de casualidad me ha hecho ver que algo tan preciado como la cortesía, un don que consideraba perdido entre los jóvenes actuales sigue muy presente en algunas personas, sólo hay que seguir buscando caballeros sin armadura…
Feliz lunes y feliz semana!
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